El castigo en la terapia ABA

24.09.21 01:59 PM - Por Cristina Martínez
Por: Cristina Martínez
M.B.A, M.S, BCBA, LBA

El castigo se ha utilizado como método correctivo desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, los profesionales de la salud insisten continuamente en la necesidad de utilizarlo con precaución y moderación. Hoy intentaremos abordar esta cuestión desde la perspectiva del Análisis Aplicado de la Conducta (ABA) y discutir algunas de sus implicaciones para la crianza de los hijos.
Por: Cristina Martínez
M.B.A, M.S, BCBA, LBA

El castigo se ha utilizado como método correctivo desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, los profesionales de la salud insisten continuamente en la necesidad de utilizarlo con precaución y moderación. Hoy intentaremos abordar esta cuestión desde la perspectiva del Análisis Aplicado de la Conducta (ABA) y discutir algunas de sus implicaciones para la crianza de los hijos.
El castigo se aplica con la intención de eliminar o reducir un comportamiento no deseado. En su aplicación se distinguen dos modalidades fundamentales: el castigo positivo y el castigo negativo. Es importante destacar que, en términos conductuales, lo positivo y lo negativo no se asocian a lo mejor o lo peor, sino a añadir o quitar algo.
Hablamos de castigo positivo cuando se aplica un estímulo desagradable como respuesta a un comportamiento que no queremos que se repita en el futuro. Por ejemplo: una niña se muerde las uñas y se le aplica un producto amargo para evitar que se las muerda en el futuro; O un niño ha roto intencionadamente los juguetes de sus hermanos y sus padres le dan una reprimenda verbal. En ambos casos, se aplica un estímulo desagradable, como un producto de sabor amargo o una reprimenda verbal, a la persona que realiza la conducta no deseada.
Cuando hablamos de castigo negativo, nos referimos a la ausencia o retirada de un estímulo agradable cuando se produce un comportamiento inadecuado. Por ejemplo: a los niños que están viendo una película y empiezan a discutir y a pelearse por quién tiene las palomitas, se les pueden quitar las palomitas o la película; O un alumno de tercer grado grita a otro estudiante durante la clase, por lo que su profesor le quita las fichas de "buen comportamiento" que podrían haber sido cambiadas por premios. En ambos casos, se retira el estímulo preferido, las palomitas o la película, y la ficha de buen comportamiento, para reducir las posibilidades de que se repitan los comportamientos no deseados.
Si se analizan estas situaciones, se puede deducir que contienen un aprendizaje social de mayor alcance que puede ser útil para nuestros hijos a largo plazo: la sociedad castiga a quienes alteran su orden, y la convivencia impone límites que deben ser respetados. Sin embargo, la aplicación deliberada de castigos puede generar profundos daños físicos y emocionales y, en muchos casos, carecer de effectividad.

Cuando nos enfrentamos a un método tan desafiante desde el punto de vista ético, debemos tener muy claros varios elementos esenciales:

  • El uso del castigo debe reservarse para ocasiones específicas, evitando su ineficacia por habituación.
  • El castigo debe ser proporcional a la offencia, evitando amenazas excesivas que no pueden ni deben cumplirse.
  • El castigo debe ser anunciado, para que no se aplique injustamente.
  • Una vez anunciada, se lleva a cabo inmediatamente. Las amenazas repetidas o espaciadas de comportamientos indeseables debilitarán tanto la autoridad como la effectividad del método.

Por otro lado, centrarse en la eliminación o reducción de la conducta negativa nos impide muchas veces comprender que el establecimiento de una conducta positiva alternativa es más importante que la propia reducción. Así, en el caso de optar por el castigo, puede ser muy beneficial combinarlo con el refuerzo de la conducta que queremos que se repita. Por ejemplo: el castigo de la conducta de pegar a los compañeros debe complementarse con la enseñanza de conductas alternativas como el juego cooperativo. Es importante que el componente de refuerzo predomine sobre el de castigo para que los effectos deseados sean más rápidos, mayores y duraderos.

La forma de afrontar las situaciones educativas desde nuestro rol de padres o cuidadores es fundamental para garantizar resultados positivos. Hacer un effort de mantener la calma, evitando a toda costa el maltrato físico y emocional, incluso los comentarios degradantes, nos llevará por caminos equilibrados y acertados.

El castigo debe considerarse como una alternativa de último recurso, en circunstancias en las que el refuerzo no hace posible la modificación conductual que se busca. Si gestionamos la educación de nuestros hijos desde una perspectiva de crecimiento, empatía y respeto, estaremos garantizando el desarrollo armónico y feliz que se merecen.

Bibliografía recomendada:

Bibliografía recomendada:

Hanley, G. P., Piazza, C. C., Fisher, W. W. & Maglieri, K. A. (2005). Sobre la effectividad y la preferencia por los componentes de castigo y extinción de las intervenciones basadas en la función. Journal of Applied Behavior Analysis, 38(1), 51-65. https://doi.org/10.1901/jaba.2005.6-04

Cristina Martínez